viernes, 9 de mayo de 2014

Volver (One Shot)


I.

Londres,  30 de noviembre de 2012.
Los pasos resonaban por la habitación. Eran lo único que se escuchaba, lo único que rajaba el silencio. Un suspiro y una negación, dicha al mismo silencio. Después, resignación. Y porqué no, algo de entusiasmo ante la aventura.
George Harrison dejó su cigarrillo medio apagado en el cenicero, olvidando que, si su mujer lo veía, no pararía de quejarse por no cuidarse la salud y seguir prendido a ese vicio.  Se sentó, miró el cigarrillo  hasta que se apagó, lentamente, mientras pensaba y le daba vueltas al asunto. Sí, un poco de entusiasmo había.

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 New York, 30 de noviembre de 2012.
-Que sí Yoko, que ya guardé todo. No me atosigues más por favor, que estoy grandecito, ¿no crees?
La mujer sólo bufó y subió las escaleras. Unos segundos después, se oyó un portazo.
John guardó su guitarra en el estuche. Era una guitarra nueva, lista para estrenar.
Para qué mentirse, se moría de ganas de usarla, de rockear un poco, así, informalmente. Contaba las horas que faltaban.

**********

Londres, 30 de noviembre de 2012.
Había llegado el momento. Bueno no, el momento aún no, sino la noche previa al momento, y eso era mucho más emocionante. McCartney sabía que esa anoche no dormiría, así que se quedó jugando hasta tarde con su pequeña hija, hasta que la niñera se la llevó a dormir, ya que al otro día debía ir al colegio. La niña se despidió de él con un gran beso y un “Suerte papi” que lo llenó de ternura.
Repasó al descuido las teclas del piano, tocando cualquier nota, que de inmediato lo inspiraron para unir tres o cuatro acordes. Sonrió al ver que eso que creía haber compuesto, ya estaba hecho, y por él.
***********
“Joder, más de 70 años y otra vez con esto. Igual, me parece que estará bueno.” Ringo cerró la ventana, ya entraba frío. Miró por décima vez el pasaje de avión que al día siguiente lo llevaría a Toulouse. Maldijo, pero a la vez sonrió. John, y sus locuras. No sólo era una vuelta, un regreso, sino que además era en un lugar poco frecuente: Francia. Hasta allí tenían que viajar, sólo porque supuestamente, ese lugar daba suerte. Sólo porque allí había nacido, pilas de años antes, un tipo que cantaba al otro lado del Atlántico. Y que según John y sus jodidas investigaciones que hacía para matar el tiempo, estaba vivo. Locura sobre locura.

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Toulouse, Francia, 30 de noviembre de 2012.
Apagó la radio. Era lo único que escuchaba, no entendía la televisión y la vorágine que reinaba allí, le gustaba la radio y más a la medianoche. A esa hora reinaba la calma, la voz de Piaf, de Aznavour, de María Callas, de Pavarotti…de él. Odiaba cuando estaba él también. No se consideraba digno. Odiaba también los recuerdos. Por eso nunca recordaba a Buenos Aires.
“Charles Romuald Gardés” le parecía volver a leer en sus libretas, una argentina, y otra uruguaya. Ahora veía un simple “Charles Babin” en una libreta francesa, que era una total farsa, que casi ni existía para él, como las otras dos, que se quemaron en el accidente, junto con el avión, junto con sus cosas, junto con él, Carlos Gardel.
De pronto, el informe de noticias de la radio lo sacó de sus pensamientos con su enfermiza música. Por obligación lo oyó y se enteró: Los Beatles llegaban al día siguiente. Los Beatles…simpáticos muchachos que le hubiera gustado conocer, aunque en sus épocas de esplendor, él vivía aún en el hospital. Una desgracia que después se separaran. Pero ahora todos volvían a estar enloquecidos porque regresaban, sólo para dar un concierto, y en Toulouse.
Cosas raras de la vida, pensó.



II.
         
                                Londres, 1 de noviembre de 2012.              
Toda Francia había enloquecido. Bueno, no sólo Francia, el mundo entero era una locura, más de lo acostumbrado. Y es que no todos los días la gente se desayunaba con que The Beatles volvían. Muy pocos comprendían que era una actuación única, más que nada para sacarse el gusto de probarse a sí mismos, y de sacarse a todos los que, día a día, les preguntaban cuándo se juntarían. Ahí tenían, para que se dejaran de molestar de una vez por todas.
John sonrió, ése era el argumento que había usado para convencer a los otros tres. Lo que él quería en realidad, era volver a pisar un escenario, ver qué tan viejos estaban sus antiguos compañeros, armar lío, y sobre todo, averiguar el paradero de la leyenda. Si bien sabía de su existencia desde que era pequeño, fue cuando se retiró y empezó a notar cómo su pelo se plateaba, que le puso atención a ese personaje. Como había leído alguna vez, “a todos les llegaba, más tarde o más temprano, el momento en el que se identificaban con Gardel”. John no sabía si se sentía identificado, lo que sí sabía era que estaba obsesionado y de que era dueño de una verdad impactante: estaba vivo. Lo había mencionado varias veces ante expertos en el tema, que le sonrieron como le sonreían todos cada vez que él decía algo fuera de lo común: con cara de que sabían que estaba drogado. Pero no, él no estaba drogado, él sabía la verdad porque sí, sin ayuda de nada, simplemente lo sabía y no pararía hasta verlo.
Miró a sus compañeros, sentados junto a él en el avión. George charlaba con Ringo, Paul tenía los ojos entrecerrados, con audífonos escuchaba música. Le dio una patadita, para despertarlo.
-Ey, ¿qué pasa? –dijo quitándose los auriculares, molesto.
-Nada. Sólo quería decirte que el mundo esperaba este momento convocado por ti, no por mí.
-Vete al diablo, John.
-¿Qué? A ti te gustaba seguir recaudando con los discos viejos y hacer los tuyos, ¿no? Pues malas noticias.
-Repito: vete al diablo.
John soltó una risita entre dientes, le dio otra patadita.
-Vamos Paul, levanta el ánimo. Sé que te gusta mi idea.
-Lo único que sé es que todavía estoy a tiempo de escapar.
-Uy, escucha. –levantó un dedo, puso atención-La azafata dice que ya estamos a punto de despegar, qué mala suerte, Macca.
-Aún no está dada la última palabra.
-John, tu idea apesta. –intervino George.-Primero nos hiciste creer tus cosas de que con esto dejarían de molestarnos, pero ya ves que nadie entenderá que sólo es una única actuación. Y segundo, ya sabemos cuál es tu verdadera intención: buscar a ese tipo. ¿Acaso no podías viajar tú solo, buscarlo, encontrarlo, y fin de la historia? ¿Por qué nosotros también? ¿Por qué juntarnos?
-La verdad, no sé. Pero me pareció divertido.
Bufaron, se abrocharon los cinturones, dejaron de prestarle atención. Lo conveniente era llevarse bien y nada más.

*************

Toulouse, 1 de noviembre de 2012.
Carlos escuchaba la radio con más interés que nunca. La mayoría de las noticias eran sobre “esos muchachitos” como había empezado  a mencionarlos, ya que cada conductor de la radio los llamaba de forma distinta. La noche siguiente sería el concierto, en la avenida más amplia de Toulouse, que desde hacía días estaba cortada al tránsito, llena de gente turnándose para proteger los puestos y lugares que habían conseguido. Los había de diferentes nacionalidades, a muchos los había encontrado al ir a comprar leche. Le preguntaban nombres de calles, él, que salía muy poco, apenas podía ayudarlos.
Se acercó a la ventana, por la que entraba la luz pálida del sol. Los días ya eran frescos y cortos, esos muchachitos tendrían frío. Aunque, sabiendo de dónde venían, no lo pasarían tan mal, les parecería el verano más intenso.
Se giró, vio su reflejo en el espejo. No le gustaba nada. Veinte operaciones en su cara, más todos los años que llevaba encima, le hacían parecer completamente distinto a lo que recordaba de sí mismo. Pero gracias  a eso, nadie lo reconocía, y eso lo dejaba tranquilo, la idea de que eso sucediera algún día, lo inquietaba. No quería que se descubriera que nunca había muerto, que se cayera esa creencia colectiva, que lo vieran decrépito, sin voz. Prefería que toda su vida se hubiera convertido en cenizas, como aquella tarde en Medellín, como aquel avión. Gardel había muerto, y eso era todo.

**************

-John, deja esa computadora, ¿no estás cansado? Viajaste de New York a Londres, apenas te bajaste de un avión, te subiste a otro.
-Y no me saludaron como debían, hacía mucho tiempo que no me veían.
-¿Será porque aún estamos molestos?
-Basta George, cálmate hermano. Te gusta, admítelo.
George puso los ojos en blanco, movió rítmicamente su pie al compás del bajo que Paul hacía sonar.
-No. Me gusta, pero no lo admitiré. –respondió serio, y luego esbozó una sonrisa llena de picardía.
-¿Por qué no se calman? A mí la idea tampoco me convence, pero vamos, no es para morirse.
-Siempre amaré el optimismo de Ringo, aprendan viejos amargos.
-Bueno, ¿ensayaremos  o qué?
-Volvió el jefe Paul. Tranquilo, ensayaremos, no te pongas en plan mandón. Pero antes debo buscar un par de datos más, ultimar detalles.
-¿Datos? –preguntó Paul.
-Sí, datos. Debo verificar su dirección.
-¡No, otra vez con eso! ¡John, el tipo está muerto! Se murió en un avión, y si no fue así, se murió de viejo! Nadie vive hasta los ciento no sé cuántos años.
-Él sí. Él es eterno, como nosotros.
-Ay, qué delirio…
-¿John todavía te sigues dando con LSD?
-No George, no necesito LSD para saber eso. Él es eterno, nosotros somos eternos, no veo porqué no encontrarnos.
-Estás loco, sí. Mira, yo acepté esto, pero ya ponerme a buscar a un muerto…No gracias. –dijo Ringo.
-Es que no lo van a buscar, yo ya me encargué. ¡Aquí está! ¡Y miren, es cerca de donde será el concierto!
-No pienso ir.
-Paul, debemos hacerlo. Son cinco eternidades juntándose.
-¡Cálmate ya con la eternidad! ¡Te creíste el cuento de que nunca moriremos! ¿No ves que eso es una metáfora? Nos moriremos, como todos, porque te informo que somos mortales. Mor-ta-les. Nos morimos, como se murió ese cantante.
-Te demostraré que no. Si no quieres creer en tu eternidad, allá tú. Lo mismo va para ustedes. Yo sí creo.

******************

Toulouse, 2 de noviembre de 2012.
Casi no se podía estar del griterío que había, los tímpanos amenazaban con explotar, la ciudad entera vibraba como en un terremoto. Pero a pocos le importaba. El planeta podía explotar si quería, pero después de ese concierto. Lo que pasara de ahí en más, ya no era importante para nadie.
-Esto no me gusta.
-¡Ringo dijiste eso veinte veces! –exclamó Paul.
-Es verdad, además eras el único entusiasmado después de John, ¿por qué ahora estás así?
-¡Hoy es 2! ¡El día de los muertos! Sin dudas, un pésimo presagio.
-Ay ya, deja de decir idioteces, ya nadie se acuerda de ese día. Mira, asómate, fíjate cuánta gente.
-Ohh…hemos roto todos los récords…
-Estoy seguro que sí. –afirmó George-Hasta me da miedo…
-Tranquilos. –Paul, el que parecía tan reticente, estaba calmado, hasta entusiasmado. Si bien estaba acostumbrado, la idea de volver a tocar con sus compañeros lo exaltaba. -Todo saldrá perfecto, de eso estoy seguro.
-No ensayamos como debíamos…-dudó John-Tendría que haber sido más responsable.
-John –dijo George-No precisamos ensayos. Lo nuestro va en las venas.
Se escuchó que los anunciaban, otra vez los aullidos, los oídos a punto de desmayarse.
Pisaron el escenario. Y la tierra tembló.




III.

Toulouse, 3 de noviembre de 2012.
El sol de la mañana despuntaba detrás del edificio de enfrente. Hizo una mueca al dejar el mate a un lado, asqueado de la yerba de tan mala calidad que le había conseguido Margueritte, la frágil vecina de la esquina, la misma que la noche anterior lo había arrastrado por la calle para que desde su balcón viera el concierto, ya que su habitación quedaba frente a la avenida. Después, la chica, cegada por su crecimiento y sus hormonas,  intentó seducirlo, diciéndole que tenía algo que no descifraba, pero que le atraía. Con la paciencia y la compresión que había usado cuando era joven y galán, la apartó y le explicó que nada podía haber entre ellos. La mirada de Margueritte le recordó la de Isabel, sólo que ella no tomó las represalias de mujer despechada que utilizó durante tanto tiempo su antigua novia. Isabel…¿qué habría sido de ella? Seguramente habría terminado casada con algún magnate, porque ese era su oficio, buscar quien la mantuviera. ¿Lo habría llorado mucho? No lo sabía, tampoco lo quería saber. Ella también ya estaría muerta, y deseaba que hubiera tenido una vida tranquila y feliz, lejana a la que él le podría haber ofrecido. Volvió a pensar en la jovencísima Margueritte, tan sola en el mundo como él, y sin poder darle nada. La chica comprendió lo que él le explicaba, que se buscara chicos de su edad, que sólo era un viejo…Pareció entender, pero no se convenció. Sacudió la cabeza, ya no quería pensar en todo eso.  Agarró el paquete de yerba, leyó la marca y la anotó en un papel, para recordarla y decirle a Magueritte que nunca más la comprara. Después, su mente vagó hasta el concierto. Los muchachos que había visto ya no eran tan muchachos, sin embargo, eran muchísimo más jóvenes que él. Así que el mote de muchachos no les sería quitado.

********************

-¡Arriba todo el mundo! –gritó John pero mudó su sonrisa al ver que el  teléfono móvil sonaba otra vez. Atendió, le explicó a su mujer que sí, que esa misma noche partiría hacia Londres.
-¡Vamos, vamos! –Ringo se incorporó de un salto, lejos de estar molesto por el saludo casi violento de John, corrió hacia la habitación de Paul, abrió  la puerta y al instante se arrepintió de no haber golpeado. Su amigo quizás estaba “con visitas” femeninas. Pero no, Paul roncaba, tranquilo.
-Paul, vamos.
-¿Eh? ¿Nos vamos? Qué genial, pero esperen que aún no armé la maleta.
-No vamos al aeropuerto. Vamos a la casa de Gardel.
-¿Qué? Tenía la esperanza que después de lo de anoche, a John se le hubiera pasado la locura.
-Qué va, está más entusiasmado que nunca. Y para qué mentir, yo también.
-Los detesto. –sonrió-Bueno, vamos, a ver qué se cuenta don Gardel.
George, para sorpresa de todos, también se levantó de buen humor. Sin dudas, la noche anterior los había llenado de energía, y en sus mentes barajaban la posibilidad de repetir. Pero no lo mencionaron.  Y es que sí, la noche anterior los había renovado, les había llenado de esperanzas el corazón, esperanzas por volver a sentirse jóvenes y por disfrutar como lo hacían años atrás. Ahora entendían porqué los molestaban tanto con la insistente preguntita de cuándo volverían. Porque juntos hacían magia, porque sus miradas se entendían y porque cuando daban el último acorde, el mundo era un poco más bueno.
Pensaban que habían olvidado todo eso, pero no, lo tenían muy dentro y ahora que lo redescubrían, querían vivirlo muchas veces más. Si no lo hacían, extrañarían esa sensación.


Salieron del hotel sin seguridad. Todos en Toulouse dormían, hasta sus propios guardaespaldas. Incluso muchos visitantes dormían en las aceras, agotados, sin importarles nada. De no ser porque el resto del planeta sabía qué había ocurrido la noche anterior, todos pensarían que era un pueblo fantasma.  
Salieron mal vestidos y con la cara algo cubierta. Poco les costó encontrar el lugar. Ni Paul, ni George, ni Ringo, preguntaron cómo John se las había ingeniado para saber que Gardel estaba vivo y en esa ciudad. Lo que sabían era que los cuatro estaban ansiosos como niños a punto de descubrir algo sumamente importante.
La casa tenía tres plantas, era amarilla, algo descuidada. John presionó el botón del portero eléctrico, tocó  al azar. Tardaron en contestar, seguramente todos en esa casa dormían a pesar de ser casi las once de la mañana de un día jueves.
Al fin, una voz somnolienta habló preguntando con modos bastante apáticos para ser franceses, quién se atrevía a llamar.
-Busco al señor Babin. –respondió John, chapuceando el idioma galo.
-En el segundo. –dijo la voz, y colgó.
John apretó el botón del timbre del segundo piso, temblando. Nadie respondió.
-Será mejor que nos vayamos. –propuso Ringo.
-No, intentaré una vez más. Si no responde, nos vamos y juro que no los molesto nunca más con esto.
Otra vez presionó el botón. Esperaron. De pronto, el chirrido de la puerta los sobresaltó, y ante ellos, lo vieron.
Gardel sonrió, y con esa sonrisa, volvió a ser Gardel. Los reconoció al instante.
-Los estaba esperando.

***********************

Los cuatro estaban sentados ante la pequeña mesa de madera mirando la figura del misterioso hombre recortada a trasluz de la ventana. Apretaban los dientes, nerviosos. John se maldecía, en todo ese tiempo no había pensado qué decirle cuando lo viera. Quizás nunca lo hizo porque nunca pensó que lograría encontrarlo alguna vez.
-¿Gustan? –Gardel les tendió el mate. –Por suerte encontré un poco de yerba de mejor calidad, alcanzará para unos pocos, pero algo es algo.
Paul extendió su brazo y tomó el pequeño recipiente de madera. Sorbió, arrugó la frente al sentir el gusto amargo. Después, se reconfortó con el sabor que le quedaba en la boca.
-No está mal. –miró a los otros tres.
-Tiene gusto a domingo. Hoy es jueves, pero está todo tan quieto, que parece un domingo por la mañana.
-Usted siempre tan poeta. –sonrió John.
-Eso es algo que no se va con nada.
-¿Cómo sabía que íbamos a venir? –preguntó George, algo temeroso de que aquel hombre fuera una figura a punto de desvanecerse, como un fantasma.
-No lo sé, lo presentía. Anoche los vi. No soy muy…de esa música, pero mi hipnotizan ustedes. Tienen una personalidad, un carisma…Hacen que todo brille.
-Cuidado, no todo lo que reluce es oro.
-Lo sé, lo sé muy bien. Pero ustedes brindan esa fantasía.
-Gracias señor…-John dudó. Gardel sonrió.
-Carlos. Solamente Carlos. Y…¿cómo me encontraron?
-Respondo con su respuesta, Don Carlos. Lo presentía. –contestó John. –No sé cómo, pero lo sentía, sabía dónde estaba, por dónde buscar, cómo encontrar datos válidos, quiénes tenían informaciones claras. Es extraño, pero algo me guiaba.
-Quizás debíamos encontrarnos. Todos. –dijo Paul, pensativo. –Esto me parecía loco, pero anoche, sentí que ya no era así, que debíamos hacerlo.
-Será porque sentiste que te miraba. Estaba en un balcón cercano.
-Puede ser…
-Esto es muy paranormal, ¿por qué nos sucedió a nosotros? ¿Por qué sólo nosotros lo encontramos, sabemos que usted está vivo? ¿Por qué debíamos hacerlo? Siempre he estudiado estas cosas misteriosas, pero para esta no tengo explicación. Sinceramente, no entiendo. –dijo George, más hablando para sí mismo que para el resto.
-No te apures, hijo. –sonrió Carlos. –Hay una teoría que dice que las eternidades deben juntarse.
-¡Se los dije! La teoría de las eternidades.  –John celebró con los brazos en alto.
-John la sabe por la misma razón que yo: ambos estuvimos muy cercanos a la muerte. Yo por el avión, él por un loco que casi lo mata. Ese es el momento de la revelación, ahí te das cuenta de que sos especial, de que tenés la eternidad y de que debés encontrar a tus semejantes. Es extraño, quizás fantasioso. A mí nadie me lo dijo ni me lo comprobó, simplemente lo supe.
-A mí también casi me matan, y sin embargo nunca sentí eso. –George sorbió el mate, frunció el ceño.
-Porque no estuviste tan grave. Digo yo que será por eso, ¿no? –Carlos miró a los demás-Es lo poco que leí en el periódico sobre vos.
-Visto así…puede ser…
-¿Y ahora qué sigue? –preguntó Ringo
-Pues…nada. La misión está cumplida, nos encontramos.
Los cinco se quedaron unos minutos en silencio, pensado en todo aquello que habían dicho, en todos los cabos sueltos que algún día debían atar.  El mate fue pasando de mano en mano.
-Traje un obsequio. –dijo John, de repente.
De su largo tapado sacó un CD, Rubber Soul.
-No sé si le gustará…
-Claro que sí. Le pediré a Margueritte algo para reproducirlo…Sólo tengo radio. Ya ven soy como un ermitaño acá.
-¿Cómo  logró sobrevivir? –preguntó Ringo. –Todos creen que murió.
-Y es mejor que sigan creyendo eso. Por favor, ni una palabra sobre este encuentro. –todos asintieron-Yo…yo escapé del avión en llamas, yo mismo estaba en llamas. Allí no quedó nada más que una montaña de cenizas. Corrí hacia un monte cercano a la pista, me escondí allí, me desvanecí. Cuando desperté estaba en un hospital, pero no de Medellín, de otra ciudad lejana. Me habían encontrado unos fugitivos que escapaban de la policía, que se habían refugiado en ese monte. Me llevaron a ese hospital y me dejaron, y en ese lugar nunca nadie me preguntó quién era, pensaban que era uno de ellos, y como esos tipos parece que eran los típicos Robin Hood que les robaban a los ricos para dárselo a los pobres, nadie del personal dijo nada sobre mí, ni habló. Me operaron muchas veces, hasta que reconstruyeron una cara, que no era la mía en absoluto. Cuando estuve un poco mejor, me dieron algo de dinero y me metí en un barco, en Cartagena. Quería llegar a Francia, y lo logré. Y aquí estoy.
-Vaya aventura…
-Así es…¿Paul?
-Sí, Paul. ¿Por qué Francia y no Argentina?
-Aquí nací, y no quería aparecer en Buenos Aires con esta cara…Nadie me creería. Es mejor que crean en el mito, no en esto que soy ahora.
Otra vez el silencio se apoderó de la pequeña cocina. El reloj de una iglesia cercana dio el mediodía.
-Será mejor que nos vayamos. –anunció John.
-¿No quieren quedarse a almorzar?
-Gracias don Carlos, pero nuestro avión sale en dos horas exactas. Fue un gusto verlo, pronto volveré.
-Volveremos. –corrigió Ringo.
-Sí, volveremos.
-Gracias por la visita. Ah, les daré algo.
Carlos caminó con la rapidez que le permitían sus piernas hasta la habitación. De un cajón extrajo cuatro relojes, comunes, que había comprado el día anterior.
-Como sabía que vendrían, les compré esto. Son baratos y feos, no había algo mejor para mi presupuesto. No son para que los usen, porque como ven, ni siquiera funcionan. Son para que, cada vez que los vean, recuerden que el tiempo, para nosotros, no tiene ningún valor ni importancia.
-Excelente lección. –sonrió Ringo.
-Ah, tomen un disco mío. Lo conseguí en un anticuario, hace unos meses. Lo odio, pero no supe porqué lo traje a casa. Ahora ya lo sé.
Tomaron el disco, firmado, agradecieron. Lentamente, caminaron hacia la puerta.
-Gracias por todo.
-De nada, John. Gracias a ustedes por visitarme.
Salieron a la calle, algo aturdidos. Se giraron, lo vieron parado en la puerta, lo saludaron. Gardel se quedó allí hasta que los perdió de vista.

Todavía no volvieron a encontrarse.   






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¡Hola mundo! Como ven, acá subí un one shot bien raro, quizás lo más raro que escribí (y eso ya es mucho decir, me parece) y quizás también, el que más complicado me resultó escribir y sobre todo, terminar (estuvo mucho tiempo en stand by). Al fin, esta noche me decidí a darle la oportunidad de salir a la luz. Sé que es extraño, que la mayoría ni conoce a Gardel, pero siempre estuvo dando vueltas en mi mente una forma de unir mis dos amores, el tango y los Beatles, además de que Gardel es muy caro a mis sentimientos porque me crié escuchando su voz. Y aquí está la forma que encontré de juntarlos, esta fusión loca y carente de sentido y coherencia, ya que es lógico que jamás se encontraron ni se encontrarían por algo más que accidentes o asesinatos, por TIEMPO. Gardel nunca hubiera sobrevivido hasta el 2012, hubiera tenido más de 100 años. Pero como digo siempre, para que el que escribe no hay imposibles, y creo que eso es lo maravilloso de poder expresarnos de esta forma. 
Antes de despedirme, les dejo el tango que titula esto:

Saludos a todos y gracias por leer. 
María.  

jueves, 20 de marzo de 2014

¡Mi abuelo es un beatle! Capitulo 10 FINAL

Escuchó que, en un ruido infernal de chapas y cosas que caían, llegaba el auto de su madre, con su madre arriba, claro.  Bajó corriendo, su madre ya empujaba la puerta cargada con bolsas de supermercado.
-¡Mamá, mamá!
No hubo respuesta, la mujer sólo sacaba las cosas de las bolsas y maldecía por su precio.
-¡Caster!
-¡Ay, que no me llames por mi nombre!
-¡Es que parece que no me escuchas!
-¿Cómo no escuchar tu voz chillona? ¿Qué quieres?
-¿Tú sabías de esto? –levantó el cuaderno-diario de su abuela.
-¿Y qué diablos es eso? –se lo arrancó de las manos y lo miró-¿De dónde lo sacaste?
-Del baúl grande, el verde ese.
-¿Y cómo conseguiste la llave?
-¡Eso no importa ahora! ¡Lee!
-Ay cómo me tienes con tus cosas…A ver…
Comenzó a leer, primero con indiferencia, después maldiciendo. Al último, ya no tenía otra expresión más que asombro.
-Me engañó. Me engañó toda la vida. ¡Odio a mi madre! De hecho, la mataría si ella no me hubiera ganado muriéndose antes.
-¡Mamá! Lo ha hecho para que nunca supieras qué clase de porquería tenías como padre.
-Ok, pero me engañó.
-Bueno…sí.
-No entiendo porqué todo ese cuento de los Beatles, ¡podría haber inventado otros padres y ya! ¿Por qué ellos?
-Quizás pensaba que así te sentirías bien, y que si un día los buscabas, ellos te aceptarían, cosa que el tal Pick parece que no haría.
-Pero nunca los busqué, fuiste tú. ¿Ves? Hubieras dejado todo como estaba.
-Mamá…
-Bueno, ahora lo hecho, hecho está. ¿Cómo seguimos?
-Buscaré a Pick.
-¡No! Hazle caso a la vieja, sino la mentira que sostuvo toda no tendrá sentido. El Pick te echaría y probablemente no tenga dinero, ¿para qué lo queremos?
-Deja de pensar en el dinero.
-De algo o de alguien hay que vivir. Ay Midori, has lo que te plazca, pero no me vengas con llantos. A menos que Pick sea rico. Ahí le dices que estuve buscándolo toda la vida.
Sin ganas, sonrió, y su madre también. Subió al ático y para su sorpresa, Caster la siguió.
-Déjame ver si hay algo más. –dijo revolviendo el fondo del baúl-Sé que hay más cosas de tu abuela, pero están tapadas con la basura que dejó tu padre. Ayúdame.
Juntas levantaron cajas, bolsas, y una nube de polvo.
-Vaya, vaya, no sabía de estas herramientas de tu padre.
-Parecen importadas.
-Las venderé.
Continuaron buscando, pero no había más que cosas en desuso.
-¿Cómo decía que se llamaba? –preguntó Caster.
-John Perkins.
-Lo buscaré en la guía telefónica.
Midori se sorprendió, era la primera vez que veía a su madre entusiasmada con algo.
-Supongamos que Pick no tenga nada que ver, y tu padre sea Paul o Ringo, ¿qué harás?
-Nada.
-Pero ellos sí tienen dinero.
-No lo quiero. Me gustan los Rolling. ¡Ay Doris, ¿por qué no te acostaste con Mick Jagger?!
El teléfono de Midori comenzó a sonar descontrolado, lo miró.
-Ay…otra vez Jeremy.
-Dámelo, le haré saber que no tengo interés en ser su suegra.
Midori le lanzó el teléfono desde la otra punta del ático y Caster lo tomó en el aire y lo atendió.
-¡Idiota, deja de molestar a mi hija o te mando a la policía acusándote de sicario y contrabandista!
Cortó y dejó el teléfono en el suelo.
-Santo remedio.
-Gracias mamá.
-De nada. Ahora, como contraprestación, aguantarás escuchar Satisfaction y traerás la guía telefónica.

****************
Dos horas seguidas de escuchar la misma canción, tiradas en el suelo, mientras Caster llamaba uno por uno al centenar de Perkins que aparecía en la guía.
-¿Podría…?
-No muevas tus dedos, Midori Watts y deja a sus majestades satánicas en paz. Esa canción me da bríos, ¿no ves que nadie conoce al maldito John Perkins que buscamos? Necesito ánimos.
-Hasta ahora, lo más aproximado es el que tenía taller de motos en Minnesota…
-Cuak cuak cuak.
-Nunca entenderé cómo este pato se mete en todos los sitios. Y cómo todavía no me lo comí.
-¡Mamá!
-Está gordo…
-Mamá…
-Ay bueno…Oye Midori, hablando en serio, será mejor que dejemos esto, espera el resultado del ADN, quizás Pick no tenga nada que ver y…¿sabes? Iré contigo a ver esos resultados. Esto de “Descubra al padre perdido” me está gustando.
***********
Quince días habían pasado. Quince tortuosos días en los que la comunicación entre ellos había sido fluida, quizás para compartir nervios. Midori hablaba largo y tendido con Paul por teléfono y con Ringo por Twitter o Whatsapp. Ellos se mostraban entusiasmados por conocer a la supuesta hija que tenían. Caster, por su parte, sólo pensaba en todo lo que se compraría ni bien pisara Londres.
Lo malo era que Midori aún no se había animado a hablarles del tal Pick porque no sabía cómo hacerlo.
-Ahí llegó el auto que mandaron. –informó Caster mirando desde la ventana del hotel.
-Genial, bajemos. Estoy nerviosa.
-Midori, sea lo que sea, no puedes cambiar nada, y ¿sabes qué es lo mejor, o quizás también lo peor? Que la culpa de todo este enriedo no es tuya. Así que déjalo ser, como dice tu posible abuelo McCartney.
-No sabía que conocieras eso.
-Ey, tan ignorante no soy.
Bajaron  apuradas y subieron al auto, cuyo chofer, sin mediar palabra, las llevó hasta el laboratorio. Ya anochecía, otra vez serían el último turno para evitar cruzarse con gente.
-Ya han llegado. –dijo Midori al entrar al edificio.
Paul y Ringo, bastante camuflados, se acercaron a ellas.
-Hola.-saludó Midori.-¿Qué tal están?
-Bien, bien –respondió Paul, sin despegar la vista de Caster.-¿Ella es…?
-Sí, sí, soy Caster.
-Un gusto conocerte. –sonrió Ringo.
-Emmm…yo me voy a comprar por ahí.
-Pero mamá…
-Odio las salas de espera. No se preocupen, volveré sola al hotel, ya estudié el camino. Y tú, diles lo que tienes que decirles. ¡Adiós!
En menos de un pestañeo, Caster desapareció.
-Discúlpenla, todo esto no le hace mucha gracia y es claro que está nerviosa y avergonzada. Siempre se comporta así cuando se siente de esa manera.  Igual, aún no entiendo porqué quiso venir.
-No te preocupes. Dijo que hay algo que tienes que decir.
-Ahh sí Paul. Bueno…Estuve buscando entre las cosas de mi abuela, cosas que ni sabía que tenía y encontré unos escritos. Y…allí dice que…que…
-¿Qué?
-Que hay otro posible abuelo.
Se hizo un silencio, que interrumpió la médica asomándose por la puerta.
-Buenas noches…
-Un momento. –dijo Ringo.
-¿Otro? ¿Pero con cuántos anduvo?
-James Paul McCartney cierra la boca antes de hablar de mi abuela.
-Pero es que…
-¡Shh! A ver, no es nada seguro, pero es una tercera posibilidad.
-Ehh…ya pueden pasar. –sonrió la médica.
************
El doctor parecía no dar más de orgullo y “cholulez” al ver a Ringo y Paul juntos, sentados frente a él. Ellos sólo carraspeaban y se miraban de reojo. La médica hacía esfuerzos para que el doctor dejara su estado y se enfocara en lo que tenía que hacer.
-Ehh…
-Bueno, ¿y? –preguntó Ringo, ansioso.
-¿Y qué? Ah sí, cierto, vinieron por los resultados. ¿Antes pueden firmar aquí? –les extendió dos hojas de papel. Las tomaron y miraron dónde tenían que firmar.
-Para el Doctor Daniels. –sonrió.
-¿Qué? ¿Son unos jodidos autógrafos?
-Midori, tu forma de hablar, cuídala…
-¡Pero Paul!
-Déjalo, estamos acostumbrados.
-Ringo dijiste que nunca más firmarías autógrafos, ¿y cambias de idea justo hoy? Oiga doctor Daniels, o quizás sea Jack Daniels porque seguro que está borracho, ¡deje de pedir y haga su trabajo!
El médico seguía embobado mirando sus autógrafos y las paredes donde los colgaría junto a sus diplomas. Con la misma sonrisa tonta los dejó sobre el escritorio y tomó dos sobres.
-Bien, pasaré a leer. Este sobre contiene la comparación de ADN entre la señorita Watts y el señor Starkey. Veamos qué dice: “La comparación de ADN entre la señorita Midori Watts y el señor Richard Starkey ha arrojado como resultado…”
-Doctor.
Le médica, nerviosa, interrumpió.
-¿Qué? –la miró molesto, al igual que el resto de los presentes.
-Es que...yo también quisiera…un autógrafo.
Suspiraron resignados y extendieron sus manos en busca de los papeles que la mujer les entregaba.
-¡Oiga, esto no es serio! ¡Se supone que son médicos!
La mujer, ignorándola, le sonrió a Paul y le entregó un papelito más pequeño, en el que Midori alcanzó a ver un número de teléfono.
-Ay Dios…
-Bien, continúo.-dijo el médico-La comparación de ADN entre la señorita Midori Watt y el señor Richard Starkey ha arrojado como resultado una relación igual a 0%.
-¿Eh?
-En palabras simples: no son nada. Ni siquiera vecinos.
El semblante de los tres no cambió, porque no reflejaba absolutamente nada.
-Y ahora el otro sobre. Veamos…La comparación de ADN entre la señorita Midori Watts y el señor James Paul McCartney ha arrojado como resultado una relación igual a…0%. Bueno, los felicito, no tienen nieta-sorpresa.
****************
El sector de juegos del centro comercial rebosaba de gente, pese al frío cruel de la noche. Todos iban y venían, alegres, tristes, enojados, frustrados, eufóricos, en fin, demostrando algo, algo de lo que al parecer, habían sido privados los tres de un golpe.
Sentados en un banco, muy apretaditos, frente al carrusel, tomaban un helado, sin pestañear.
-Entonces…-comenzó a decir Ringo, pero no continuó.
-No somos nada.
-Ay Paul, no digas así, no estamos en un velorio.
-Entonces es Pick.
-¿Quién? –preguntaron los dos.
-Pick. El que nombra mi abuela en su diario. John Perkins.
-¿John? Joder, ¿no será el John que todos pensamos?
-¡RINGO!
-Bueno…nunca se sabe.
-No sé qué pensar…Creo que mi madre tiene razón, Doris nos engañó a todos. Perdónenme por esto.
-No hay nada que perdonar. Por lo menos ya sabemos la verdad. –dijo Paul.
-¿Conoces  a Pick?
-No, ya buscamos en la guía telefónica y hay muchos, pero parece que ninguno es. Lo único que sé es que tenía una moto.
-Lo encontrarás. Pagaré detectives.
-No Paul, no puedo aceptar.
-¿Por qué? Quiero ayudarte. No serás mi nieta, pero me caes bien, no quiero que te quedes con la duda después de haber buscado tanto.
-Coincido. Yo también pondré detectives. En poco tiempo tendrás noticias.
***************
Giuseppe iba y venía por la cocina, pidiendo comida. Caster dejaba caer algo, sin mirarlo, pero Midori lo tenía vigilado, y su actitud le extrañaba. El pato agarraba la comida, corría aleteando hacia el jardín, y con más rapidez volvía a pedir. Era raro,  era un tragón que desaparecía la comida incluso antes de que se la dieran, y ahora la cambiaba de lugar.
-Tú estás raro. –le dijo al fin. El pato siguió con la misma actitud, hasta que ella dejó de comer para seguirlo. En la puerta del jardín, encontró la comida, amontonada. -¿Qué te pasa, pato? Nunca hiciste esto.
Giuseppe tomó algo de comida, caminó por el jardín, y se metió en uno de los graneros. Asustada, Midori lo siguió despacio, temía que su pato estuviera volviéndose viejo y con problemas. Giuseppe se metió bajo un tractor y allí se escuchó un revuelo. Midori se agachó.
-¿Qué? ¿Y esto? ¿Tienes una familia? –bajo el tractor había un nido, en él una pata, junto a ella, cuatro patitos, y Giuseppe, mirándola podría decirse que con orgullo de padre. Jamás había viso a esa pata, es más, el único ser patuno en su casa era Giuseppe. Seguramente, era de algún vecino.
-Así que por esto juntas comida, ¿eh?
-¡Midori! ¡Teléfono para ti! –oyó a Caster gritar.
-Volveré para que hablemos de esto, señores patos.
Corrió hasta la cocina y atendió.
-Midori soy Ringo.
-Hola abue…digo Ringo.-respondió con tristeza-¿Qué hay?
-Hay buenas noticias. Los detectives encontraron a Pick pero…mira, será mejor que vengas y hablemos.
-¡Pero no puedo! Ahora tengo que ocuparme de verlo, sólo dime dónde vive, iré a buscarlo.
-Es que no…Midori, siento decirte esto pero…Pick está muerto. Murió hace casi diez años.
*************
Pese a que aquella semana había sido gris y lluviosa, ese día el sol brillaba y apenas corría una leve brisa. Como era día jueves, el cementerio de Darlington estaba desierto.
-No pienso bajarme de este auto, odio los cementerios. –Caster se cruzó de brazos.
-¿Y entonces para qué viniste hasta aquí? –preguntó Paul-Creo que estás un poco caprichosa.
-¡Tú no eres mi padre! Por suerte.
-Lo mismo digo, por suerte.
-Ay, entremos de una vez, quiero estirar las piernas.
-Opino lo mismo que Midori, caminemos aunque sea por un cementerio, pero caminemos. –agregó Ringo.
Paul cerró la puerta del coche, dejando a Caster sola escuchando la radio.
-¿De verdad te quedarás ahí? No es bueno para una mujer estar sola en un cementerio.
-No me das miedo McCartney.
Paul rió, caminó hacia el portal del cementerio y, cuando se aseguró que Caster no lo veía, se acercó nuevamente al auto.
-¡BUUUUUU!
-¡AAAAAAAAAHHHHHHH!
-¿Qué te dije?
Caster bajó la ventanilla.
-¡Te odio! –y volvió a subirla.


Entraron caminando lentamente, mirando aquellas construcciones fastuosas que se solían hacer en otras épocas.
-Bonita visita, a un cementerio. –comentó Ringo.
-Dicen que hay que ser innovador. –rió Midori.
Tanto Ringo como Paul sacaron de sus bolsillos unos sobres marrones, que contenían las informaciones que habían juntado sus detectives.
-John Perkins. –leyó Paul-Nacido el 7 de marzo de 1940, en Londres, su madre al parecer era ama de casa y su padre carpintero desertor de la guerra. Nunca terminó la escuela, le gustaban las motocicletas.
-Por lo que dice aquí –continuó Ringo-se dedicaba a eso, a comprar, arreglar, y vender motos. Tuvo talleres en Londres, trabajó en uno de Edimbugo por muchos años, y en el ‘68 se fue a Minnesota.
-Ah, era el de Minnesota al final…
-Allí trabajó en una gasolinera, tuvo otro taller, y en el ’80 se mudó aquí. Y hasta aquí llegaron, ¿qué mas tienes, Rich?
-Que se jubiló, pero no se sabe de qué, y que nunca se casó ni tuvo hijos, al menos reconocidos. Hay un hermano que nunca lo quiso, ese dio las informaciones y le tomaron una muestra de sangre. La compararon con la tuya y sí, son familiares.
-¿Todo eso han averiguado en tres meses?
-Se podría haber hecho más, si existieran más datos. Este tipo ha sido un fantasma.
-Ah, tu tío abuelo quiere conocerte.
-Ya veré cuándo lo hago…
-Ey, ¿es ésta? –Paul señaló una tumba-Decía fila 320, y es ésta.
Midori se acercó, y leyó.
-John Perkins…Bien, hola abuelo.
Se quedaron en silencio, mirando el lugar, bastante abandonado y con césped crecido. Luego de unos minutos de contemplación, Midori habló.
-Esto es muy aburrido, vamos.
-¿Segura?
-Sí Paul. Ya logré lo que quería, conocer a mi abuelo.
-Mira, sé que éste es tu verdadero abuelo pero…Creo que no te merece. Míralo, está muerto.
-Qué novedad. –rió Ringo.
-Está muerto y nunca se enteró de ti, ni de tu madre, a Doris la abandonó…No te merece.
-Es verdad, eres demasiada nieta para…para una tumba.
-Bueno, no hay mucho que pueda hacer. Son las cosas de la vida.
-Son las cosas de la vida, son las cosas del querer, no tiene fin ni…
-Ay Paul, no cantes flamenco ahora.
-No pude evitarlo, cada vez que dicen que son cosas de la vida tengo que cantar eso.
-¡Pero estábamos diciendo algo muy serio!
-¡Ya lo sé! ¿Pero es que acaso no se puede cantar?
-¡No!
-¡Pero yo sí quiero!
Midori largó una carcajada, que hizo que interrumpieran aquella discusión.
-Oye no te rías, estás en un cementerio.
-Uy, Ringo se puso autoritario, qué miedo.
-No te burles pequeña, ¿sabes quién dejó primero a los Beatles?
-Ay Ringo no vengas con eso.
-¡Pero es que…!
Otra carcajada los interrumpió.
-Sigan, son muy chistosos cuando discuten.
-Bien, vamos a lo importante y dejemos las peleas sin sentido. –suspiró Paul-Veamos, Pick es tu abuelo pero no lo supo, no lo sabe, y no lo sabrá. Y como técnicamente te quedas sin abuelo otra vez, te adoptamos.
-¿Eh? No estoy entendiendo.
-Que puedes ser nuestra nieta, de los dos a la vez. Vamos, ya lo venías siendo, ¿o no? Bueno, sigamos. Me presento, soy tu abuelo Paul McCartney.
-Y yo tu abuelo Ringo Starr. ¿Qué tal? Tienes dos abuelos beatles, serás la envidia en tu escuela.
-Ustedes están locos, ¿lo sabían? ¿Qué pretenden? ¿Anotar a mi madre con sus dos apellidos y agregarme los suyos a mi apellido también?
-No, no haremos eso porque tu madre no querrá. Pero si necesitas ayuda, aquí estaremos. Serás de la familia de ambos. Ey, no es tan mala idea, si yo fuera tú, no me lo pensaría mucho.
-Sobre todo porque quisieras ser chica.
-¡Ringo!
Otra vez Midori se echó a reír.
-Bueno…La verdad es que no hay mucho que pensar. Muchas gracias, no esperaba algo así. Ya saben, yo…los quiero.
-Ay, mira si no es tierna.
-Vengan abuelitos –les dio un beso en la mejilla a cada uno-Gracias por todo, y por aguantar mi aparición tan repentina. Siento si les traje inconvenientes.
-Para nada. Hiciste cosas buenas, ahora tengo un pato.
-Y yo una contrincante para la Play.
-Bueno, vámonos ya, no son lindos los cementerios y el día está hermoso.
Tomó de un brazo a cada uno y caminaron silbando una canción cualquiera. Midori se dio vuelta, miró la tumba.
-Adiós Pick –dijo en silencio. Miró al cielo y sonrió –Gracias abuela Doris.
Miró a Paul y Ringo, que otra vez discutían por vaya a saberse qué, y volvió a reír, esta vez con más ganas que nunca.






***************
-¡Ringo, ¿puedes dejar un minuto ese teléfono?! ¡Me pones nervioso!
-Ya voy, ya voy, estoy haciendo algo importante…



FIN



******************

Hola!!! Bueno, este es el final. Quizás tengan ganas de matarme, no sé, si tiran cosas comestibles procuren tirarlas despacio, así las junto y me las como, que estoy en crisis...Hablando en serio, agradezco a los que han leído este desvarío y han aguantado la tardanza, de verdad les pido perdón por eso, y ojalá no se vuelva a repetir. Gracias a los que están leyendo desde el principio, y a los que se sumaron después, todos con mucha buena onda! Gracias gracias!
Bueno, sobre si seguiré escribiedo por aquí...creo que sí, no lo sé bien aún, de cualquier forma pueden seguir leyendo el otro fic que me queda...pobrecito, quedó huerfanito :( Pero quiero creer que seguiré teniendo tiempo y cabeza para desvariar y seguir escribiendo, así que quizás en un tiempo me vean publicando en este blog algún asesinato a la literatura, a sus ojos, y al buen gusto XD.
Antes de irme voy a hacer publicidad *comienzo de espacio publicitario* *musiquita* *voz de locutor* Hace pocos días empezó un nuevo fic mi amiga Cris (sí, ya saben, la única Cris que conocen, no se hagan los que no saben quién es) Ha regresado de las tinieblas para comenzar con Dakota, su nueva superproducción XD que pueden leer aquí-->http://dehistoriasybeatles.blogspot.com
Así que si tienen ganas de leer, y yo no publico, bueno, ahí tienen para entretenerse, pasarla bien, y reírse muuuuucho.
Y ahora me despido, agradeciendo y mandándoles besos voladores a todos!

María. 

sábado, 22 de febrero de 2014

¡Mi abuelo es un beatle! Capitulo 9

-¡Giuseppe! ¡Hola pato de mi amor!
Alzó al plumoso animal, lo apretó, le agarró el pico.
-¡Te extrañé mucho! ¿Y tú?
-Cuack cuack cuack.
-Lo sabía, tu también. Dime, ¿te trataron bien? ¿Amenazaron con meterte en la asadera o hacerte a la naranja?
-Cuack cuack cuack.
-También lo sabía. Ay mi madre…
Dejó al pato en el suelo y caminó silbando hacia la entrada de su casa.
-Volviste. –dijo su madre sin levantar la vista de su café.
-Sí, pero sólo por unos días, mientras espero los resultados. Porque, por si quieres saber, accedieron a hacerse el ADN. Y quizás consiga trabajo, y me quede en Londres para siempre.
-Midori, a mi no me amenaces con eso…
-Me da igual, Caster.
-¡No me llames por mi nombre!
Arrojó su mochila sobre una silla y subió corriendo al ático.
****************
Barbara miraba con reproche a Ringo, él sólo suspiró, resignado, apretó las manos en el respaldo de la silla en la que estaba apoyado.
-¡Dímelo! ¡Dime quién es ella!
-No es una amante.
-Y yo soy  tonta. Es otra más. ¡Dime quién es!
-Es una posible nieta.
-Qué raro, siempre con jovencitas.
-Es que no es una amante, es una posible nieta. Y recuérdame despedir a todo el personal, por contarte algo así. Salvo que lo hayan hecho porque los tienes bien entrenados.
-Claro que sí. Y ahora, eso de la nieta no te lo cree nadie. A ver, que sería más lógico que apareciera una hija, pero no una nieta. A esas apariciones de hijos ya estoy acostumbrada.
-Bueno, pero esta vez, apareció una nieta.
-Supongo que no la reconocerás.
-Claro que sí, ya hicimos el ADN, aún no sé el resultado, pero si lo es, la reconoceré.
-¡Estás loco! No quiero aceptarla.
-Me da igual, la realidad es la realidad. Permiso, llamaré a Paul.
Dejó a su mujer, todavía indignada, y se encerró en su oficina. Llamó, rogando que él lo atendiera y no lo hicieran pasar por el millar de secretarias que tenía. Al fin sus ruegos fueron escuchados y atendió Paul.
-Paul, soy yo.
-¿Quién es yo?
-Tu vaca que está a punto de convertirse en hamburguesas. ¡Ven, rescátame!
-¿Eh?
-Tonto, soy yo, Ringo.
-Idiota, no te reconocí. ¿Ahora qué quieres? ¿Te dije que sacaremos la discografí…?
-Me lo dijiste treinta veces. Hablo por algo más importante.
-¡Es importante!
-Será importante hasta que Yoko diga que no le da la gana publicar nada y arruine, como siempre, tus propuestas. Y yo me reiré.  
-Me caes mal.
-Ey, ha surgido un inconveniente…Verás, Barbara se enteró de la existencia de Midori.
-Ay, ay, ay…Pídele que no se lo diga a nadie.
-Lo dudo, está muy enojada. Paul, tu tendrías que decirle a tu mujer, que vaya sabiendo…Si es tu nieta y ella recién se entera en ese momento, será peor.
-Creo que tienes razón, trataré de decírselo. Pobre Midori, creo que nadie la aceptará.
-Ya verás que sí. Y sino, creo que ni le importará.
*********************
Bostezaba, revisar por dos horas su Facebook y el de las personas que le interesaban, la aburría, sobre todo porque nadie publicaba nada interesante, todos eran chistes malos y malísimos.
Jeremy la había etiquetado en un sinfín de fotografías de por lo menos un año atrás. Las borró a todas y cambió su situación sentimental: “Midori Watts ha pasado de tener una relación con Jeremy Francis a estar soltera.”
De inmediato sonó su celular.
-¡Midori! ¿Qué has puesto en Face?
-La verdad. Te pedí un tiempo, un tiempo en el que NO MOLESTES.
-Pero, ¡ahora todos pensarán que me dejaste! ¡Mis amigos se reirán de mí!
-¿Y?
-¡Pero quiero que volvamos!
-Y ya te dije que no, ¡déjame en paz!
Apagó el teléfono y lo arrojó sobre la cama. Siguió bostezando, como si nada hubiera pasado, hasta que escuchó que su madre pateaba el destartalado auto que tenían, que al fin arrancaba, y que salía echando una humareda negra.  Se escabullió en su habitación, revisó todos sus cajones, hasta que levantó, triunfal, una vieja llave, grande y algo oxidada.
Subió al ático y se dirigió a aquel baúl, grande y sucio, tapado con mantas, dos televisores en desuso, y varias cajas. Quitó todas esas cosas, ganándose dolores en los brazos y en la cintura, hasta que, sentada en el suelo, lo abrió con la llave.
*********************
Nancy almorzaba con tranquilidad, mirando el canal de noticias con atención. Paul la miraba, sin decir nada.
-Al fin hará buen tiempo esta semana…-comentó ella.
-Nan…
-¿Si?
-Debo decirte algo.
-¿Y? Dilo. ¿Hay algún problema en la productora? Si quieres yo puedo encargarme…
-No es eso. Es un problema pero no de ahí. Bueno, ya no sé si considerarlo problema.
-No entiendo.
-Verás….tengo una nieta.
-Vaya novedad.
-Es que no se trata de los que tú conoces. Es otra…
Nancy lo miro extrañada, negó con la cabeza.
-¿Estás bien?
-Sí, lo estoy. Se trata de otra nieta. Tendría que buscarme la madre, o sea, mi supuesta hija, pero me busca mi nieta. Y bueno, ya me ha encontrado.
-Que se te aparezcan hijos me resulta común, pero nietas….¿Por qué no te busca tu hija?
-Porque no quiere saber nada conmigo, pero la niña sí.
-Bueno Paul, no sé, échala, dile que no moleste, que si quiere fama que la busque por otro lado.
-Ya me hice el ADN.
-¿QUÉ?
-Que ya lo hice.
-¡Y no me dijiste nada!
-Sabía que reaccionarías así…
-¿Y cómo quieres que reaccione? ¿Saltando y tirando cohetes?
-Déjalo Nancy, son mis problemas y los resuelvo solo.
-¿Pero es tu nieta o no?
-No te importa…-respondió fastidiado.
-¡Contéstame bien!
-Adiós Nancy…
-¡Ay, dale dinero y que desaparezca!
-Pienso reconocerla, es muy buena persona.
-¡Pero Paul!
Hizo lo mismo que Ringo, la dejó sola y se encerró.
****************************
En aquel baúl no había más que polvo. Tosió.
Mantas, algunas cosas que su abuela había tejido, el libro de la comunión, cuadernos, algunas fotos. Y polvo.
Una de las fotos le llamó la atención. Su abuela sonreía junto a un muchacho, algo moreno. En el anverso no decía nada, pero calculaba que allí Doris no tenía más de 18 años. Buscó otras fotos que tenía de su abuela, apartadas en una caja que también estaba en el ático. La comparó con esas y sí, no pasaría de esa edad.
Su teléfono emitió un sonido, lo revisó, era un mensaje directo de Twitter.
“Barbara se enteró de todo. Está enojada, pero no te preocupes.”
Cuántas anhelarían un mensaje de Ringo, y ella lo recibía, pero con malas noticias. No contestó, lo haría después, cuando supiera qué decirle. Siguió revolviendo ese baúl. Se percató de que tenía un doble fondo, y allí encontró dos fotos más, una de ese hombre solo, y otra en la que estaba Doris con él, riendo en una motocicleta. También encontró una caja de metal con joyas baratas y un cuaderno rayado, algo húmedo, apestando  a mugre. Comenzó a leer.

“27 de febrero de 1955.
Pick me ha llevado en motocicleta la escuela, ¡el revuelo que se armó! En este pueblo, ninguna chica va a la escuela en moto.
Me gusta Pick, es un muchacho bueno, quizás demasiado, teniendo moto anda despacio. ¡Yo volaría! Me prometió que me enseñará a andar.


4 de marzo de 1965.
Pick ha vuelto. Mamá y papá lo miran con buenos ojos, pese a su moto. Consideran que me vendría bien, quieren que me regenere luego de haberme escapado con los chicos. Creo que tendría que darles ese gusto, aunque Pick me parece tremendamente aburrido comparado con la vida que llevé. Los extraño, ¿ellos se acordarán de mí?

31 de marzo de 1965.
Le he dicho a Pick que estoy embarazada y me preguntó ‘Pero, ¿cómo?’ Qué idiota es, como si no supiera. Después se fue, la primera vez que lo vi andar rápido en la moto.


7 de abril de 1965.
La idiota de Clara le dijo a Pick lo de los chicos. Me gritó cosas feas, pero no las quiero escribir aquí. Me dijo que  mi bebé seguro es de alguno de ellos. Ojalá.
Se fue otra vez, rápido.


10 de abril de 1965.
Te odio John Perkins. No te buscaré porque no te necesito, me iré de esta casa, es lo que todos desean. A mi hijo le daré un padre mejor, nunca diré que es hijo de un canalla como tú, que parecías tan bueno. Nos engañaste a todos.
Tendrá un padre con nombre, no un cerdo desconocido como tú. Y mis nietos, bisnietos, toda mi descendencia creerá eso y tú terminarás solo y podrido. Ahora papá y mamá lloran porque creyeron en ti y…”

Terminaba allí, se notaba que dos hojas habían sido arrancadas.
-Joder. –dijo Midori-Entonces todo ha sido en vano.




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Hello hello! ¡Aquí reaparezco yo! ¿Qué tal todos? Bueno, les dejo para que disfruten (o no) el anteúltimo capitulo de este fic, el mas atrasado del mundo jajaja
Espero que les guste y si no, ya saben, tiren cosas, protesten y hagan piquetes.
Saludo especial a las nuevas lectoras, Cata, Lucy, y el señor/a señorito/a anónimo. A Lucy le agradezco su saludo de cumple en su fic (sí, el lunes cumplí añetes) 
¡Muchas gracias por leer y nos encontramos en el último! 

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